Desde luego, no está la lista completa, y a veces es difícil separar qué es causa y qué efecto. En realidad, todo aquello que trate al ser humano de un modo diferente a lo que merece según su propia naturaleza y méritos propios, es un atentado contra la dignidad humana.
- Que la educación, la sociedad y las costumbres nos lleven por la vida negando la muerte y completamente al margen del sentido profundo de ambas.
- Falta de pan, techo, vestido, higiene, educación y sanidad.
- Falta de trabajo, pero de un trabajo que no nos convierta en autómatas, o en depredadores, que no nos degrade ni robe vampíricamente las energías vitales, que no arruine nuestra alma ni nuestros principios, que no mate nuestra creatividad ni nuestras capacidades y virtudes innatas.
- Tratar al sabio como imbécil, al voluntarioso como un tonto útil, al sensible como un débil, al que no nos secunda como un enemigo, al vecino como un competidor, a la mujer o al hombre, como una cosa o un simple objeto de deseos, al niño como un dios al que idolatramos pero no educamos, al anciano como a un despojo inútil, al alma como una abstracción engañosa, al dinero como un bien –en vez de un instrumento de poder hacer el bien-al tiempo como sin importancia, a la naturaleza como una propiedad, o una esclava que podemos usar o violentar a nuestro antojo.
- Ver en el ser humano al más astuto de los animales, en vez de al más limitado de los Dioses.
- Privar al ser humano del respeto y libertad exterior e interior a que tienen derecho; de la comprensión debida, de la educación y vivencias para saber qué es lo mejor para él; de recorrer un camino que para él se convierta en felicidad y aprendizaje; de Ideales que le hagan vivir en la Tierra sabiéndose hijo del Cielo; de la gloria que dan las conquistas externas e internas; de poderse comprometer con lo que ama, y pertenecer a aquello de que se sienta naturalmente parte, de buscar la verdad, de amar la belleza, de hacer el bien, de ser y sentirse útil con su trabajo y vida.
- La soledad y el abandono físico y moral de los ancianos, el robo de la infancia, o los excesos de mimos que convierten a los niños primero en tiranos y luego en esclavos de otros peores, las rupturas innecesarias de las familias, antes de haberse completado la educación de los hijos, el chantaje emocional de todo tipo.
- La corrupción que todo lo envenena que hace, por ejemplo, que un infame violinista toque y arruine lo que antes era una buena orquesta, o que gobierne “legítimamente” una ciudad el alma sucia e interesada de un tirano incapaz, un vulgar mafioso, un depredador de bienes y almas.
- Envenenarnos con todo tipo de alimentos tóxicos, de medicinas que matan o como algunos antidepresivos, que nos convierten en asesinos, con mentiras que nos deforman, o fraudes con que nos roban los bienes y la esperanza, con sensacionalismos que nos convierten en payasos, arruinando nuestra capacidad de pensar y profundizar en nada, con diversiones estúpidas que nos desnaturalizan, con mitos que nos vampirizan y aprisionan en cárceles de fantasía para imbéciles, con “ideas” y “enseñanzas tóxicas” que adulteran nuestro entendimiento y nos hacen caer en un abismo de sinsentidos y amoralidad.
- Juzgar y condenar a los demás, o por el color de su piel, o por su edad, o por su peso, o por la identidad de su sexo, o por el lugar en que ha nacido, o por si es rico o pobre, o por méritos o culpas ajenas, o por si cree o no en Dios de una manera u otra, en vez de intentar comprenderle según su naturaleza, méritos propios y circunstancias.
Jose Carlos Fernández
Almada, 7 de noviembre del 2018