La batalla final de las Galias

Corría el año 53 a. C. y Julio César, tras seis años de batallas que se habían saldado con victorias frente a los galos , había reunido la suficiente riqueza y gloria como para volver a Roma. Tras arduos esfuerzos, había logrado pacificar la Galia, tras dividir a unas tribus, aliarse a otras y a otras simplemente eliminarlas, aprovechando siempre la mayor debilidad de los galos: su falta de coordinación interna.

La guerra de las Galias había comenzado en el 58 a. C, cuando una tribu gala aliada de Roma, los eduos, fue invadida por los helvecios, tribu que había sido expulsada a su vez de sus tierras por los germanos. Los eduos pidieron ayuda a César, que rápidamente acudió y expulsó a los helvecios. Pero una vez allí, César decidió quedarse con sus seis legiones. Esto comenzó a provocar inquietud entre las tribus galas, de modo que comenzaron las luchas con los romanos. Luchas que se fueron saldando con victorias para César que, unas veces usando la fuerza y otras la diplomacia, siempre se impuso. La debilidad de los galos hasta el 53 a.C. se debía sobre todo a la división de sus ciudades, incapaces de unirse entre ellas.

Pero esto iba a cambiar con Vercingetórix, de la tribu de los arvernos, cuyo nombre significa “ el gran jefe de los guerreros ”, hombre joven y de gran energía perteneciente a una de las familias más nobles, que fue el único jefe tribal que supo convencer a una parte de los jefes galos de la necesidad de unirse bajo su mando para hacerle frente a Roma. Estaba ya César en Italia cuando se vio obligado a volver a toda prisa, atravesando los Alpes en pleno invierno, para eliminar esta nueva revuelta. Pero no iba a ser tan fácil.

Con gran presteza, César fue subiendo hacia el norte, apareciendo donde menos lo esperaban los galos y fue destruyendo ciudades y sofocando focos rebeldes. Pero eso era lo que quería Vercingetórix, que empleaba la táctica de tierra quemada , consistente en ir atrayendo a César todo posible, evitando el combate frente a frente en todo momento, en el que serían superiores los legionarios romanos, a la vez que quemaba y destruía ciudades y campos con el fin de imposibilitar el sustento de César e irlo mermando.

El problema de Vercingetórix era que no gobernaba un ejercito profesional como César, sino una alianza de tribus en la que no contaba con un poder total. Se le presentó un primer problema cuando una tribu no aceptó quemar su ciudad, Avarico, sino que se obstinó en defenderla. Mientras, Vercingetórix, que sabía que esto era un error, se escondió en zonas pantanosas y boscosas cercanas a la ciudad. Avarico contaba con una poderosa fortificación compuesta de piedras y vigas de madera, imposible de tomar según los galos. La madera evitaba el ataque de los arietes, máquinas militares para derribar murallas, y las piedras impedían los incendios. Pero a los romanos no les preocupaba esto , pues estaban acostumbrados a asediar, así que comenzaron a construir una plataforma para atacar la plaza. Mientras tanto, los galos no dejaban de hostigar y los víveres se le acababan a César, que necesitaba las provisiones que había dentro de Avarico.

César capturó a algunos galos y les obligó a confesar dónde se escondía Vercingetórix. César decidió atacarlos por sorpresa de noche, si bien el sorprendido fue él, cuando acabó con las legiones en un cenagal en el que no había rastro de los galos. Lo habían engañado. Las legiones, cansadas y cabizbajas, arrasaron en venganza la ciudad de Avarico. De 40.000 personas sólo quedaron 800, que acudieron junto a Vercingetórix, que demostró llevar razón desde el principio.

Lejos los galos de amilanarse ante la masacre de Avarico, este hecho no hizo sino que se levantara toda la Galia contra César, el cual se vio obligado a dividir su ejercito, mandando cuatro legiones al norte mientras él perseguía a Vercingetórix con otras seis legiones por el sur. Julio César esperaba que los galos atacasen cara a cara, pero éstos evitaban en todo momento eso, pues les interesaba el desgaste de los romanos. Los dos ejércitos estaban cerca, cada uno en una orilla del río Allier, cuyos puentes habían sido destrozados por los galos. Si cruzaba César, los galos aprovecharían para atacar Los dos ejércitos avanzaban hacia el sur, cada uno por su lado del río. Los galos marchaban orgullosos, haciendo sonar sus trompetas y chocando sus lanzas con los escudos.

Pero Julio César volvió a ser mas inteligente, y un día escondió a dos legiones, mientras la columna principal seguía avanzando hacia el sur como cada día. Vercingetórix, como cada mañana, los siguió desde la otra orilla. Una vez que partieron, las dos legiones que permanecían escondidas cruzaron por detrás el río y se acercaron peligrosamente a Vercingetórix por su retaguardia, obligándolo a huir al sur y replegarse en Gergovia, una gran fortaleza situada en un altiplano natural con pendientes muy accidentadas en tres de sus lados.

Para asediarla, César quiso de nuevo engañar a Vercingetórix ; hizo avanzar su caballería por la parte más vulnerable de la fortaleza, haciendo que Vercingetórix concentrara su ejercito en esa zona, mientras que el resto de la legión romana comenzó a atacar por el sitio más inesperado: una de las zonas más pendientes de la meseta. Pero Vercingetórix se percató a tiempo de la artimaña y mandó un refuerzo para cerrar la brecha abierta por César. César ordenó el repliegue, pero ya era demasiado tarde. Desde su posición ventajosa en la meseta, los galos infringieron una dura derrota a los romanos. Murieron unos 700 romanos, entre ellos 50 centuriones de élite. Esta fue la primera derrota seria de César y un duro revés para los romanos. Vercingetórix se hizo más fuerte y más tribus se unieron a su causa. La batalla de Gergovia fue un punto de inflexión; ahora eran los galos los que amenazaban a los romanos.

César reagrupó las legiones marchando al norte. En total contaba con unos 50.000 hombres. Pero ahora estaban encerrados en la Galia. Las líneas de suministro estaban cortadas. La moral estaba baja entre las tropas. Algunos oficiales sugirieron a César una retirada, pero esto era algo impensable para él. En este punto, Vercingetórix volvió a equivocarse, pues los galos, ávidos de victoria, atacaron de frente con su caballería a César, que les hizo creer que se batía en retirada. Craso error luchar de frente con los romanos, que los vencieron. Vercingetórix se retiró a Alesia, donde se iba a producir el combate definitivo.

Alesia era una meseta de 1500×1000 metros y 150 metros de altura, un fortín natural muy parecido a Gergovia, desde el que se dominaba toda la llanura que había alrededor. Ante la dificultad de tomar Alesia, César decidió aislar a los galos refugiados en ella y hacerlos capitular por hambre. No quiso apresurarse como en Gergovia haciendo un asedio rápido. Así que ordenó a su ejercito que se pusiera a cavar y construir. Los romanos encerraron toda posible salida de los galos a través de un sistema de trincheras de 16 kilómetros de perímetro que rodeaba la meseta de Alesia. Esta formidable fortificación construida por los legionarios constituye una de las maniobras más ingeniosas y efectivas de la historia militar de todos los tiempos.

Se excavaron dos fosos de 3 metros y medio de anchura y profundidad. Uno de ellos lo llenaron con agua desviada de dos ríos cércanos. El otro lo hicieron en forma de V de manera que no se pudiera poner el pie en el fondo. Con la tierra de los fosos se levantó un muro de 4 metros de altura jalonado con torres de madera de 24 metros, con lo que el desnivel de terraplén y foso sumaba 7 metros y medio. Además hicieron toda una telaraña de trampas con hoyos ocultos, palos afilados, estacas de hierro, hoyos camuflados con puntiagudas estacas en el fondo, etc. En sólo 13 días levantaron todo esto.

César tenía rodeado a Vercingetórix. Pero César estaba rodeado por la Galia, pues Vercingetórix esperaba un numeroso ejercito de socorro que atacaría a César desde fuera, con lo cual éste tendría que dividir su ejercito de nuevo en dos frentes. Para defenderse del ejército de fuera, César no dudó en mandar construir otra empalizada semejante a la primera, esta vez de unos 21 kilómetros de perímetro, con lo que los romanos quedaron entre las dos defensas. ¿Había quedado César encerrado en su propia trampa? La situación era difícil para ambos. A Vercingetórix le quedaba comida sólo para 30 días, así que tomó la dura decisión de expulsar de Alesia a todos aquellos que no pudieran luchar, para ahorrar alimento y con la esperanza de que César los hiciera esclavos, con lo que mujeres, niños e incapacitados murieron de hambre, pues tampoco César podía permitirse alimentarlos.

Por fin llegó el momento que Vercingetórix esperaba. Un ejercito de unos 240.000 galos se aproximaba a César, que quedó atrapado por ellos desde fuera y desde dentro por los 80.000 galos que había en Alesia; en total 320.000 galos frente a 50.000 romanos. Era el momento de la verdad. En un primer momento llevaron la iniciativa los romanos, a los cuales les era fácil rechazar a los galos en ambos frentes, ya que los galos estaban incomunicados y no se coordinaban entre sí. No obstante, a pesar de no romper las líneas de César, sí que descubrieron cuál era el punto débil de la defensa, el punto por el que era más fácil atacar a los romanos. Y esta vez sí que atacaron los dos frentes galos a la vez, forzando a César hasta el límite. Los dos ejércitos estaban agotados tras varias horas de lucha. César debía decidir si agotar las últimas reservas con que contaba. Y arriesgó todas sus fuerzas. Ataviado con su inconfundible capa escarlata de comandante en jefe presidió él mismo el ataque final. Era el impulso que necesitaban los legionarios que, gritando de alegría, se lanzaron en un esfuerzo final contra los galos, sobre los cuales se hizo el pánico y huyeron en desbandada. César había triunfado, y con él, la romanización de Europa occidental.

La alianza entre los galos se rompió y ya no le fue difícil a César someter los restos galos que quedaban. Ahora sí podía volver a Roma para seguir acometiendo grandes gestas, entre ellas transformar la República en Imperio.

Vercingetórix se presentó ante César con sus mejores galas, se quitó la armadura, depositó las armas en el suelo, y postrándose dijo “ Habe”, “fortem virum, vir fortissime, vicisti ”. “Aquí estoy, un hombre fuerte, derrotado por uno aún más fuerte.”

A. Jurado

Bibliografia

-National Geographic. Documental Julio César. La guerra de las Galias.
-Historia del mundo. El legado del Mundo Clásico. Larousse.
-Revista Esfinge nº 50. Dossier Legiones Romanas.