Séneca, el filósofo cordobés, está de actualidad. El paso de tiempo no ha hecho mella en sus profundas reflexiones y está más de moda que nunca, porque sus enseñanzas son tan válidas ayer como hoy.
Los diálogos de Séneca son once obras morales, entre los que se encuentra el conocido como Sobre la ira, el más extenso de todos. Este diálogo está dedicado a su hermano Novato, que le había pedido que escribiera acerca de la manera de dominar la ira.
Veamos en unas breves notas que nos dice Séneca sobre este fenómeno afectivo, la ira, de poderoso poder destructivo, incontrolable, que altera el ánimo e incluso nuestro aspecto. La traducción directa del latín es de Francisco Navarro y Calvo y puedes encontrarla completa en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
¿Qué es la ira?
Me exigiste, caro Novato, que te escribiese acerca de la manera de dominar la ira. Esta pasión, que es la más sombría y desenfrenada de todas. Las otras tienen sin duda algo de quietas y plácidas; pero esta es toda agitación, desenfreno en el resentimiento, sed de guerra, de sangre, de suplicios, arrebato de furores sobrehumanos, olvidándose de sí misma con tal de dañar a los demás, lanzándose en medio de las espadas, y ávida de venganzas que a su vez traen un vengador. Por esta razón algunos varones sabios definieron la ira llamándola locura breve.
Aspecto de la ira
presenta estas señales el hombre iracundo. Inflámanse sus ojos y centellean; intenso color rojo cubre su semblante, hierve la sangre en las cavidades de su corazón, tiémblanle los labios, aprieta los dientes, el cabello se levanta y eriza, su respiración es corta y ruidosa, sus coyunturas crujen y se retuercen, gime y ruge; su palabra es torpe y entrecortada, chocan frecuentemente sus manos, sus pies golpean el suelo, agítase todo su cuerpo, y cada gesto es una amenaza: la ira se revela en el semblante.
Efectos de la ira
Si quieres considerar ahora sus efectos y estragos, verás que ninguna calamidad costó más al género humano. Verás los asesinatos, envenenamientos, las mutuas acusaciones de cómplices, la desolación de ciudades, las ruinas de naciones enteras, las cabezas de sus jefes vendidas al mejor postor, las antorchas incendiarias aplicadas a las casas, las llamas franqueando los recintos amurallados y en vastas extensiones de país brillando las hogueras enemigas.
¿Es últil la ira?
Averigüemos ahora si está conforme con la naturaleza, si es útil, si bajo algún aspecto deba mantenerse. El hombre ha nacido para ayudar al hombre; la ira para la destrucción común. El hombre busca la sociedad, la ira el aislamiento; el hombre quiere ser útil, la ira quiere dañar; el hombre socorre hasta a los desconocidos, la ira hiere hasta a los amigos más íntimos; el hombre está dispuesto a sacrificarse por los intereses ajenos, la ira se precipita en el peligro con tal de arrastrar consigo a otro.
¿Cómo sofocar la ira?
Lo mejor es rechazar desde luego los primeros impulsos de la ria, sofocarla en su raíz y procurar no caer en su dominio. Porque si le presentamos el lado débil, es difícil librarse de ella por la retirada, porque es cierto que no queda ya razón cuando damos entrada a la pasión permitiéndole algún derecho por nuestra propia voluntad.
Ira, igual a temeridad.
No es, por consiguiente, útil la ira en los combates ni en la guerra, porque es pronta para la temeridad y no sabe evitar los peligros en que se compromete. El verdadero valor es siempre circunspecto, se previene y avanza con reflexión.
José Morales