Desde luego, no está la lista completa, y a veces es difícil separar qué es causa y qué efecto. En realidad, todo aquello que trate al ser humano de un modo diferente a lo que merece según su propia naturaleza y méritos propios, es un atentado contra la dignidad humana.

  1. Que la educación, la sociedad y las costumbres nos lleven por la vida negando la muerte y completamente al margen del sentido profundo de ambas.
  2. Falta de pan, techo, vestido, higiene, educación y sanidad.
  3. Falta de trabajo, pero de un trabajo que no nos convierta en autómatas, o en depredadores, que no nos degrade ni robe vampíricamente las energías vitales, que no arruine nuestra alma ni nuestros principios, que no mate nuestra creatividad ni nuestras capacidades y virtudes innatas.
  4. Tratar al sabio como imbécil, al voluntarioso como un tonto útil, al sensible como un débil, al que no nos secunda como un enemigo, al vecino como un competidor, a la mujer o al hombre, como una cosa o un simple objeto de deseos, al niño como un dios al que idolatramos pero no educamos, al anciano como a un despojo inútil, al alma como una abstracción engañosa, al dinero como un bien –en vez de un instrumento de poder hacer el bien-al tiempo como sin importancia, a la naturaleza como una propiedad, o una esclava que podemos usar o violentar a nuestro antojo.
  5. Ver en el ser humano al más astuto de los animales, en vez de al más limitado de los Dioses.
  6. Privar al ser humano del respeto y libertad exterior e interior a que tienen derecho; de la comprensión debida, de la educación y vivencias para saber qué es lo mejor para él; de recorrer un camino que para él se convierta en felicidad y aprendizaje; de Ideales que le hagan vivir en la Tierra sabiéndose hijo del Cielo; de la gloria que dan las conquistas externas e internas; de poderse comprometer con lo que ama, y pertenecer a aquello de que se sienta naturalmente parte, de buscar la verdad, de amar la belleza, de hacer el bien, de ser y sentirse útil con su trabajo y vida.
  7. La soledad y el abandono físico y moral de los ancianos, el robo de la infancia, o los excesos de mimos que convierten a los niños primero en tiranos y luego en esclavos de otros peores, las rupturas innecesarias de las familias, antes de haberse completado la educación de los hijos, el chantaje emocional de todo tipo.
  8. La corrupción que todo lo envenena que hace, por ejemplo, que un infame violinista toque y arruine lo que antes era una buena orquesta, o que gobierne “legítimamente” una ciudad el alma sucia e interesada de un tirano incapaz, un vulgar mafioso, un depredador de bienes y almas.
  9. Envenenarnos con todo tipo de alimentos tóxicos, de medicinas que matan o como algunos antidepresivos, que nos convierten en asesinos, con mentiras que nos deforman, o fraudes con que nos roban los bienes y la esperanza, con sensacionalismos que nos convierten en payasos, arruinando nuestra capacidad de pensar y profundizar en nada, con diversiones estúpidas que nos desnaturalizan, con mitos que nos vampirizan y aprisionan en cárceles de fantasía para imbéciles, con “ideas” y “enseñanzas tóxicas” que adulteran nuestro entendimiento y nos hacen caer en un abismo de sinsentidos y amoralidad.
  10. Juzgar y condenar a los demás, o por el color de su piel, o por su edad, o por su peso, o por la identidad de su sexo, o por el lugar en que ha nacido, o por si es rico o pobre, o por méritos o culpas ajenas, o por si cree o no en Dios de una manera u otra, en vez de intentar comprenderle según su naturaleza, méritos propios y circunstancias.

Jose Carlos Fernández
Almada, 7 de noviembre del 2018