En general, el ser humano siempre tiende a ser egocéntrico. Así, a lo largo de la historia, de una forma o de otra, ha creído ser el centro del mundo. Incluso ha llegado a pensar que todo el Universo ha sido creado para él, para su conveniencia y desarrollo.
Es de una enorme prepotencia pensar que la inmensidad de la creación tenga tan solo un objetivo: servir al hombre.
Una observación, sistemática y sin demasiados perjuicios, nos dirá que existen muchos seres en la naturaleza, que cada uno de ellos tiene su existencia y sus fines propios. Pero que, dentro de eso, hay una interrelación, una coordinación maravillosa, que solo suele ser rota por el ser humano, del que hablamos, en virtud de unos muy dudosos intereses.
Igual que en la tierra existe una gran multiplicidad de seres vivos, no tenemos por qué pensar que las restantes estrellas e incluso galaxias no albergan otros seres, quizás de formas diferentes, pero seres que experimentan la vida al igual que nosotros.
También podemos observar que existen leyes que nos rigen a todos, no solo al hombre. Por ejemplo la ley de la gravedad, entre otras muchas. Incluso podríamos extrapolar a leyes más sutiles como las psíquicas que hacen surgir el miedo tanto en los hombres como en los animales.
En Egipto y en la India el Universo era representado por una vaca. Este Universo era, para ellos, un “gran ser vivo”. Los órganos, aparatos y sistemas de la vaca representaban esos otros, de mayor tamaño, que son los planetas, las estrellas, las constelaciones…
En Grecia tenemos a Gaia como representante de ese inmenso organismo del que hemos hablado. Si echamos un vistazo a las mitologías, veremos que se repite el concepto del un Universo formado por partes en conexión que atienden a las mismas leyes que “El Todo” y que son las mismas a las que obedece el ser humano.
Hay otra cuestión: el Alma. ¿Es que solo nosotros tenemos el privilegio de poseer algo que trasciende la materia? Y si no poseemos nada que trasciende la materia, que triste y que vacía sería una vida dedicada a comer, vestirse, divertirse, y, sobre todo a resolver problemas, muchos problemas que, al final, no nos llevarían más que a la nada.
Todo, en la naturaleza tiene un sentido, una lógica, un por qué y un para qué. Si existe un universo existe para algo. Y si dentro de él está el Hombre, está para algo. Tal vez algún día encontremos la respuesta.