Desde hace algunos años se organizan numerosos congresos y eventos en nuestro país, relacionados con el tema del bienestar y la felicidad. Muchos sociólogos, psicólogos, couchs y expertos en la materia, investigan y tratan de aportar su visión acerca de la felicidad en el ser humano, y en la sociedad en la que se desenvuelve. Numerosos son los libros y el material audiovisual que se encuentra a nuestro alcance, para aprender a ser feliz de otra manera, pero a veces parece que nos sigue faltando algo, sobre todo cuando la mayoría de las claves y consejos que nos llegan, no dejan de expresarse dentro de un contexto superficialmente psicológico y mental. Parece como si nos envolvieran con palabras que siempre nos gusta escuchar, y que no requieren grandes esfuerzos para cambiar nuestra vida, cuando en realidad necesitaríamos palabras que nos hicieran reflexionar profundamente, motivándonos hacia un cambio real y práctico de felicidad.

Algo falla por tanto en nuestro mundo occidental y abundante de cosas y comodidades, de calles repletas de soledades, de insatisfacciones y sin sentidos de la vida, de corazones divididos por la raza, la religión, el sexo, la economía, la condición, y tantos motivos…de ambiciones y egoísmos enfermizos, de adicciones y dependencias materiales, psicológicas y mentales, de una cultura “inculta”, de la adoración hacia lo feo, lo vulgar, lo deshonesto, y lo desequilibrado en todas sus diversas expresiones. Aún así podemos conseguir la felicidad, pero no basada en cosas ni tampoco en los demás, sino desarrollando nuestra propia fortaleza interior, que es la que nos va a dar una felicidad más verdadera ante la superación de los obstáculos que nos pone la vida.

¿Cómo podemos ser más felices? ¿Qué nos falta para alcanzar la compañía permanente de esta ansiada amiga? ¿En qué consiste la felicidad? Nada mejor que buscar en aquéllos valores que no pasan de moda, valores duraderos de felicidad que nos dejaron los filósofos estoicos a lo largo de su recorrido histórico. Si algo distingue a estos filósofos, son sus enseñanzas sobre la practicidad en la búsqueda de la felicidad. Una felicidad profundamente humana y espiritual. Pues para los estoicos en la mente no acababa el ser humano, sino que era puente hacia otros recursos más sutiles de conciencia y desarrollo interior. La verdadera felicidad necesita practicar la voluntad, introducir nuevos hábitos, integrar nuevos patrones de pensamiento, sentimiento y acción y unificarlos. Alcanzar la coherencia interior y practicar la “virtud” tan importante para los estoicos. La virtud entendida como una actitud de hacer lo más correcto en cada momento, de sacar lo mejor que tenemos en nosotros mismos, lo más noble, lo más bueno, lo más justo y lo más bello. En resumen, ser ejemplos vivos del difícil arte de vivir.

La filosofía estoica nos deja huellas desde el s. IV a.C allá en la antigua Grecia, llegando a extenderse en el tiempo y conquistar la mentalidad y la forma de vida de los romanos. Influencias de otras corrientes de pensamiento se encuentran fusionadas en esta filosofía: socráticas, cínicas, aristotélicas, platónicas, pitagóricas. Grandes pensadores destacaron en la labor de ofrecer al ser humano alivio para su corazón, gastado de sueños pequeños y esperanzas cortas. El gran Zenón fundaría la Escuela estoica, siguiéndoles discípulos de la talla de Cleantes de Asos, Crisipos de Solos, Panecio de Rodas, Posidonio de Apamea, Séneca, Epícteto, y Marco Aurelio por citar algunos.

Han pasado muchos siglos desde que aquéllos filósofos estoicos hablaban y enseñaban en la Stoa Poikilé o Pórtico Decorado, el lugar donde se reunían. Han pasado muchos siglos sí, y que cercana encontramos esta filosofía para las vicisitudes de nuestra vida, cuantas respuestas nos dan los estoicos si sabemos escucharlos en silencio, sin dejarnos llevar por la ansiedad de tantas cosas externas que nos distraen.

. Consejos estoicos para meditar

Gloria Godoy