Por José Ruíz

Tardaremos algún tiempo en tomar conciencia de los efectos devastadores de la pandemia en el mundo de las librerías. El confinamiento nos obligó a muchos a utilizar las plataformas online para realizar algunas de nuestras compras. Amazon probablemente haya sido la empresa más beneficiada de todo ello.

He sido comprador de Amazon desde hace varios años, principalmente de libros y poco a apoco he ido incluyendo otros objetos dentro de su casi infinita oferta. Aclaro que lo sigo siendo, porque es menester reconocer que la forma de presentar los productos, la eficacia en su reparto y la posibilidad de responder casi a cualquier contrariedad que obstaculice la compra, hace que uno caiga rendido a placer de hacer click y esperar muy poco para que el repartidor llame a tu puerta para entregarte el esperado objeto de tu ilusión.

Es un negocio pensado en dejar sobre todo satisfecho al cliente, que acerca a miles de vendedores a millones de potenciales compradores. Pienso sobre todo en quienes no tengan la posibilidad de vivir en una ciudad, en remotos pueblos… Casi todo está ahí. Hay que reconocer que es un verdadero logro y Amazon merece justo reconocimiento.

Personalmente encuentro otro aliciente para ser usuario del gigante informático. Muchas veces no me he sentido bien tratado en el comercio más cercano. El trato de los vendedores a menudo deja mucho que desear, tampoco el conocimiento del producto que venden. Ni qué decir de la poca flexibilidad de para actualizarse en las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías. Recuerdo que hice la prueba con una librería cercana a mi casa pidiendo un libro de actualidad. Tardaron quince días en traerlo y varias visitas por mi parte. En Amazon posiblemente hubieran sido dos o talvez hasta uno.

Efectivamente, Amazon ha puesto en evidencia que muchas veces el pequeño y mediano comercio español, al menos el que yo suelo frecuentar, no tiene esa especial inclinación a dejar contento al cliente. Este rasgo va desde el trato humano, la eficacia en resolver la gestión o el tener algún pequeño detalle como un descuento o regalo adicional. Pero sobre todo la molesta sensación de que el cliente muchas veces es un estorbo, que no debe incordiarle demasiado con peticiones demasiado complicadas o rebuscadas. Lo que cuento lo he observado sobre todo cuando los dependientes son muy jóvenes.

¿Nos estamos quedando sin librerías? Difícil pregunta.

Vuelvo a la pandemia y los desastrosos efectos cuya consecuencia es el cierre de miles de pequeños negocios. Negocios que por su cercanía todos sentimos como nuestros, porque son personas a las que conocemos y que, más allá de lo que antes dije, también están ahí, prestos a ofrecernos lo que necesitamos. Soy de los que piensan que si este problema se hubiera gestionado con mejor conocimiento, ahora no estaríamos lamentando la pérdida de tantas tiendas y comercios que forman parte del tejido social que cohesiona y da identidad a barrios enteros y a la ciudad como tal. Bien está que haya competencia y que cada uno prospere según su talento y esfuerzo como justa recompensa, pero que muchas pésimas decisiones tomadas desde las más altas instancias suponga que miles de tiendas y empresas no levanten sus persianas o abran sus puertas más no es motivo para que ese vacío lo vayan a ocupar el todopoderoso y omniabarcante Amazon, entre otros.

Por ese motivo, y sin estar en contra de nadie, sí que es esperanzadora la noticia de que la plataforma Todostuslibros.com haya dejado de ser sólo una web de búsqueda bibliográfica y un repertorio de librerías españolas, para convertirse en una plataforma de venta, reserva y compra directa. Son más de 800 librerías las que están asociadas, cuatro de ellas cordobesas con la intención de hacerle la competencia al gigante amazónico. Y hay que apoyarles dando difusión para que todo el que ame los libros se anime a darse de alta en su web y compre a través de ellos, cuando no mejor ir directamente a la librería. Seguramente tuvieron que dar el paso mucho antes, como ya hicieron las librerías de antiguo y ocasión como Iberlibro y Todocolección.

Hay que acercarse de nuevo a quienes ya estaban ahí, no darles la espalda, hacerles sentir que no están solos. Pero animarles a que avancen y mejoren en su oficio para que no nos dejemos llevar por la tentación de “la compra en su solo click”. Reconozcamos que Amazon ha venido para quedarse, lo ha hecho muy bien. Tendremos que vivir con ambas realidades. Pero que la pereza no nos haga caer en la fatal comodidad de olvidar esa costumbre de pasear por esta bella ciudad con un libro recién comprado bajo el brazo en una de las cada vez más escasas librerías de nuestra querida Córdoba.