Primeros años: se forja el artista.
Andrés de Vandelvira nació en 1505 en la ciudad de Alcaráz, a caballo entre las provincias de Albacete y Jaén. No parece ser el continuador de una familia de canteros constructores, como era muy acostumbrado. Aunque durante siglos se especuló con la existencia de un tal Pedro de Vandelvira, supuesto constructor y padre del maestro que nos ocupa, la documentación e investigación modernas han desmontado esta circunstancia, elaborada sin sustento alguno. Parece que el iniciador de Andrés de Vandelvira en el arte de la cantería, fue Francisco de Luna.
En los primeros años de la década de los treinta del siglo XVI, parece que se establece regularmente en Villacarrillo (Jaén) población cercana a Úbeda, en el camino hacia Levante, vinculado a la construcción de la Iglesia de la Asunción. Aunque nunca dejará de trabajar de manera rotunda en diversas construcciones manchegas, lo cierto es que a partir de estos años se asienta definitivamente en la provincia de Jaén, haciendo trabajos en Sabiote, en su Alcaráz natal y en Villacarrillo, población esta última, donde establece el domicilio familiar con Luisa de Luna, y donde acumulará la mayor parte de sus posesiones y bienes raíces.
En 1536 Andrés de Vandelvira da un paso de capital importancia en su carrera arquitectónica, al hacerse cargo de las obras de la iglesia de El Salvador de Úbeda. La relevancia del hecho estriba, por un lado en que es un encargo directo de Francisco de los Cobos, el secretario del emperador Carlos V, el mejor mecenas de España en ese momento y por otro, en el contacto que tiene Vandelvira con uno de los más puros arquitectos renacentistas del momento, Diego de Siloé, autor de las trazas del Salvador. Andrés de Vandelvira aprovechará este contacto con el insigne constructor burgalés para familiarizarse y hacer suyos los elementos gramaticales del nuevo estilo arquitectónico.
El impulso con el Secretario del Emperador.
Como hemos dicho antes, con Francisco de los Cobos inició una interminable lista de trabajos que llegaría hasta casi el final de sus días. El secretario del emperador era de una familia notoria de Úbeda, y no sólo no olvidó sus raíces ubetenses, sino que empleó una gran cantidad de recursos y empeño en enaltecer sus dominios personales. Francisco de los Cobos era brazo derecho de Carlos V en la administración de su imperio. Con tal motivo, fue hombre de mundo, amante del arte y buen valedor de las propuestas renacentistas, con las que tuvo contacto directo en Italia. Además, dispuso de gran cantidad de recursos y dinero y consiguió del emperador el dominio de una gran comarca en torno a Úbeda, a costa del Obispo de Toledo. Con todo, se lanzó a dotar de los mejores edificios su comarca. Como resultado, Úbeda se situó en la vanguardia de lo mejor del Renacimiento andaluz. Y uno de los artífices de esta ansia constructora de Francisco de los Cobos fue Andrés de Vandelvira.
El que un personaje como Francisco de los Cobos se fijara en Vandelvira y le distinguiera con mayor número de encargos, hizo que otros personajes notorios vinculados al secretario real otorgaran su confianza al de Alcaraz. Uno de que los contribuyeron más notoriamente fue el Dean Fernando Ortega, de sólida formación humanista y de una familia hidalga ubetense, confesor de Carlos V y Dean de la Catedral de Málaga, era la persona de confianza que Francisco de los Cobos tenía para atender sus asuntos en sus dominios de Jaén. Por ello siguió de cerca y fomentó la obra de Andrés de Vandelvira. Le encargó el palacio situado junto a la iglesia de El Salvador, una capilla en la iglesia de San Nicolás, en Úbeda y estudios para la Catedral de Málaga. Otros parientes de Francisco de los Cobos, como su sobrino, y también secretario imperial, Juan Vázquez de Molina, le encargo el que es uno de los palacios más puramente renacentistas de España. Otro sobrino de Francisco de los Cobos, el obispo Diego de los Cobos, tuvo gran importancia en la trayectoria de Andrés de Vandelvira, al que le encarga el Hospital de Santiago, también en Úbeda. Para otro familiar, Francisco Vela de los Cobos, regidor de Úbeda, el arquitecto que nos ocupa, realizó otro palacio.
En definitiva, durante estos años, Andrés de Vandelvira se entrega a un tremendo ritmo de trabajo, interviniendo en obras de todo tipo en la comarca de la Loma. Unas son suyas desde el inicio, en otras es el mero ejecutante y en muchas más ya iniciadas realiza nuevas trazas o corrige las que había.
Mediado el siglo XVI, cuando contaba con 45 años, Andrés de Vandelvira gozaba de fama, que descansaba en su pericia profesional y en una gran talla moral.
Su cúspide definitiva: la Catedral de Jaén.
En este momento de su vida, tiene lugar otro hecho capital, que catapultaría su renombre como maestro constructor. Se trata del inicio de un nuevo diseño para la Catedral de Jaén. Tras los fracasados intentos de llevar a cabo una construcción gótica, definitivamente arruinada a principios del siglo XVI, un nuevo Obispo de la Diócesis, Esteban Gabriel Merino, se decide a construir un templo nuevo, basado en los cánones del Renacimiento. A tal fin, en 1548, el cabildo catedralicio convoca a tres maestros: Pedro Machuca, Jerónimo Quijano y Andrés de Vandelvira, para discutir sobre la realización de la obra. Al final, en 1553, este último obtiene contrato de maestría de la Catedral de Jaén, aún cuando la primera piedra la colocó en 1551.
Este hecho supone un cambio profundo en la trayectoria de Andrés, pues además del espaldarazo que supone para su prestigio profesional, ahora tendrá a su cargo no sólo la construcción de la Catedral, sino que se le encomendará la autoría y ejecución de múltiples construcciones y obras religiosas de la Diócesis, en su condición de Maestro Mayor de la Catedral de Jaén. Todo, sin abandonar sus trabajos y compromisos con el entorno de los Cobos, en Úbeda, y sin despreciar encargos en otras provincias, como después veremos.
Otro cambio sustancial que trajo el contrato de maestría de la Catedral de Jaén en la vida de Andrés de Vandelvira fue la obligación que contrajo de fijar su residencia en Jaén, si bien no se llevó a cabo de manera inmediata, puesto que tardó varios años en trasladar el domicilio familiar a la ciudad del Santo Rostro. Entre las múltiples condiciones contractuales, se encontraba la posibilidad de “faltar” cien días al año de Jaén, lo que posibilitó el poder alternar trabajos en otros lugares. Además, en la silla episcopal de Jaén, acabó sentándose uno de los Cobos (don Diego de los Cobos), el cual le hizo el encargo del Hospital de Santiago en Úbeda, posibilitándole la compatibilidad de obras.
La Catedral de Jaén supuso el gran reto, y el gran éxito, del arquitecto, y ciertamente, aunque no llegó a terminarse hasta el siglo XVIII, sin embargo se siguió en buena medida el diseño planteado por Vandelvira. A su muerte recomendó al Cabildo que los trabajos fueran seguidos por Alonso Barba, fiel amigo y discípulo suyo. Los elementos del templo que son obra directa de Andrés, son los situados en la parte meridional del edificio: Sala Capitular, Sacristía, Portada meridional y Cripta. En todos se expresa el estilo claramente renacentista, con el empleo original de los elementos clásicos que los grandes arquitectos italianos rescatan de Vitrubio.
Pero no sería esta la única intervención de Andrés de Vandelvira en edificios catedralicios. En 1560 fue llamado a Cuenca para trabajar como Maestro Mayor de su catedral, y tuvo ocasión de realizar una capilla. Sin embargo, tuvo que abandonar dicho puesto, seguramente por hacerse incompatible con su labor en Jaén. Durante estos años, realizó diversas obras en estas tierras manchegas, tanto religiosas como civiles.
Hay muchas más obras de las que se tiene sospecha de la participación de Andrés de Vandelvira, pero sin confirmación documental. Se sabe, no obstante, que a través de su directo colaborador Alonso Barba o de su hijo o de otros constructores menores de su época, influyó en la construcción de muchos edificios en la provincia de Jaén y las comarcas manchegas donde también estuvo.
El legado de Andrés de Vandelvira.
Al final, en 1575 falleció, a los 70 años de vida. Del estudio de su testamento, que se conserva, ha podido deducirse mucho de sus circunstancias personales. Tantas décadas de trabajo intenso y del agrado de importantes hombres de la época y el sentido común que pareció orientar su vida, hicieron posible acumular propiedades inmobiliarias y rústicas en diversos municipios de la provincia de Jaén y cierta holgada posición económica para él y su familia. Por su carácter minucioso y ordenado, escribió todo lo que dejaba, incluso los elementos más comunes y los volúmenes de su biblioteca.
Sabemos que tuvo diversos tratados de arquitectura de los más importantes autores del Renacimiento italiano, de donde recogió conocimiento de la arquitectura de Vitrubio. También tenía obras en la línea del pensamiento cristiano reformista, no tolerado en esa época, pero que parece que influyó en la orientación de su vida, en la que la rectitud y el trabajo fueron baluartes determinantes de trayectoria como hombre ejemplar.
También se ha trabajado con la hipótesis de su posible origen judío o vinculación con el conocimiento hebraico, puesto que en su ajuar había, a su muerte, elementos domésticos con símbolos judíos. Eslava Galán sostiene que tendría conocimientos cabalísticos y podría saber el “nombre de Dios”.
De cualquier modo, Andrés de Vandelvira fue un auténtico espejo del espíritu renacentista, tardío y con las peculiaridades que este nuevo orden tuvo en España. Con un dominio absoluto sobre el arte de la estereotomía, el corte de la piedra según la más pura tradición gótica, supo diseñar el nuevo estilo renacentista, con ideas y concepciones innovadoras usando de su pericia como maestro cantero. Los elementos de siempre dispuestos según una nueva gramática arquitectónica. Prueba de las soluciones novedosas que aporta a los problemas que genera el nuevo estilo, es, no solamente el conjunto de sus obras construidas, sino un “Libro de Trazas”, firmado por su hijo Alonso, inspirado en la “obra de su padre”, donde se recogen con minuciosidad esquemas e instrucciones con la forma en que deben cortarse y montarse los componentes pétreos para todos y cada uno de los múltiples elementos que componen la obra arquitectónica: arcos, bóvedas, frontales, escaleras, etc.
El trabajo de Vandelvira no solo constituyó un eje de referencia para toda la arquitectura renacentista de la península ibérica, sino que también influyó notablemente en construcciones relevantes del Nuevo Mundo. Así, la catedral de Jaén, quizás la más puramente renacentista en virtud al respeto que se tuvo del diseño de la misma, perpetrado por el de Alcaráz, fue el modelo seguido por importantes catedrales de Méjico.
En este Quinto Centenario del nacimiento de un arquitecto tan fundamental como fue Andrés de Vandelvira, invitamos al lector a que realice su propio peregrinar por tierras manchegas y jiennenses, tras las huellas de su esfuerzo constructor. No quedará defraudado.
Manuel J. Ruíz
Bibliografía recomendada:
“Andrés de Vandelvira”, de Pedro Galera Andreu. Akal Ediciones, 2000.
“Andrés de Vandelvira, Arquitecto”, Fernando Chueca Goitía. Riquelme Vargas Ediciones, 1995.
“Andrés de Vandelvira y su tiempo”. IV Jornadas de Estudios Históricos de Jaén, 2001.